¿Todavía no tienes una cuenta? Puedes crearte una. Como usuario registrado tendrás ventajas como seleccionar la apariencia de la página, configurar los comentarios y enviar los comentarios con tu nombre.
Hoy, 25 de diciembre, la mayor parte de las personas del mundo, sea cual fuere su fe, tienen claro que es un día especial.
Un día especial para quien festeja el nacimiento de Jesús y con ello afianza su fe; o para el que le gusta la fiesta y le da rienda a sus emociones y gustos; o para el que le regala a sus seres queridos o conocidos; o para el que hoy no trabaja; o para quien recibe regalos sin merecerlos, o por lo que sea; pero este día, no es igual a los demás.
Es un día especial porque en el se conmemora universalmente el nacimiento de Jesús. Si ello, es o no verdad, es irrelevante. Lo que sí es relevante es que Jesús con su nacimiento enseña...
Quizá fue la Virgen quien propuso a José instalarse con urgencia en alguna de aquellas cuevas que hacían de establo a las afueras de Belén. Seguramente le animó, diciéndole que no se preocupara, que ya se arreglarían... Y en aquel lugar sucedió el acontecimiento más grande de la humanidad, con la más absoluta sencillez: "Y sucedió que estando allí se le cumplió la hora del parto". ¡Jesús nació!... y María lo envolvió con su inmenso amor recostándolo en un pesebre.
Un pesebre que es en sí una cátedra. Jesús nace sin nada, y nos enseña con ello que la felicidad no está en los bienes. Viene al mundo sin ostentación alguna, y nos anima a ser humildes y a no estar pendientes del aplauso de los hombres.
Dios se presenta humilde para enseñarnos que basta con lo que somos y con lo que nacemos, lo que es suficiente para que podamos acercarnos a Él, para que podamos corresponder a su amor sólo con nuestro amor. Para que nuestra libertad se rinda no ante el espectáculo de su poder, sino ante la maravilla de su humildad.
Si imaginamos a María en esos momentos, seguro la vemos llena de alegría, pues ella sabe que ha comenzado para la humanidad una nueva era: la de Jesús, su Hijo.
Jesús, María y José solos en una gruta. En familia, sin importar el tener nada material, porque tenían todo lo espiritual. Pero Dios buscó para acompañarles a unos pastores, quizá porque, como eran humildes, no se asustarían al encontrar al Mesías en una cueva.
Esa noche son los primeros y los únicos en saberlo. En cambio, hoy lo saben millones de hombres y mujeres en todo el mundo. La luz de la noche de Belén ha llegado a muchos corazones, y, sin embargo, al mismo tiempo, la oscuridad permanece.
No importa que, en esa primera noche, la noche del nacimiento de Dios, la alegría de este acontecimiento llegue solo a unos cuantos corazones.
No importa, porque está destinada a todos los corazones humanos. ¿Acaso puede haber una alegría mayor que ésta?, ¿puede haber una Nueva mejor que ésta: el hombre ha sido aceptado por Dios para convertirse en hijo suyo en el Hijo de Dios, que se ha hecho hombre?
Al igual que los pastores nosotros tampoco podemos ir a la gruta de Belén sin un regalo. Para Jesús y la virgen María bastaría tan sólo con un alma más entregada, más limpia y más alegre.
Puede publicar nuevos temas en este foro No puede responder a temas en este foro No puede editar sus mensajes en este foro No puede borrar sus mensajes en este foro No puede votar en encuestas en este foro