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Se acerca esta fecha y mi corazón se estremece pues llegado el 31 recordamos la partida de este plano de Mamina.
Cada año digo, qué darle, qué obsequiarle, qué entregarle.
Si el Maestro le ha dado por sus esfuerzos maravillosos, todo lo que es posible para un encarnado y también para quien no lo está.
Le ha dado su corazón de miel y de ternura, suave y amoroso.
¿Qué mas se le puede dar?
A veces pienso un rato y lo mejor que surge, es una expresión escrita de mis escondidas emociones.
Pero este año, quería que fuera diferente, otra cosa. Algo verdaderamente difícil de alcanzar.
Hoy nos dirigimos a Negadá. Beatriz, Carlitos, Lidia, Adriana, Mercedes, Cecilia y yo.
La consigna era pasar los cuadros que estaban en el oratorio al recibidor, pues Lidia había acabado de restaurar el cuadro de Los sabios de Oriente, en su encuentro en Sela.
Habíamos conseguido las cortinas que faltaban, y bueno, faltaba que nos dispusiésemos a trabajar.
Taladro en mano, maderas, tornillos, alambres, tarugos.
Allí empezó la tarea por las nueve y media de la mañana y acabó por las cuatro de la tarde.
Las hermosas cortinas rosa, engalanan las ventanas del pequeño recinto. Y los cuadros que Celia pintara y Lidia restaurara, y que la misma Mamina pintara, quedaron expuestos en su morada final.
Por fin, todo quedó listo.
Y sentí que ¡allí estaba el presente! ¡Allí!, en su Negada, donde se erigen dos salones.
Uno el oratorio. Otro el recibidor.
Y hoy el recibidor estaba listo.
Pensé falta el envoltorio, y sentí que el inmenso amor fraternal de todos los presentes lo era. Legado del Maestro y legado de su silenciosa tarea.
Me retiré unos pasos y con el corazón emocionado me dije: ¡Esto es para ti. Madre buena y generosa, siempre vivirás en nosotros, siempre te recordaremos!
Y si me permiten, siento, que todos los que se dan un paseo por allá, en la forma que lo hagan, despiertos, dormidos, orando, meditando, amando, como sea que la evoquen, son merecedores de ser firmantes del presente, si así lo quieren.
Mi corazón descansa feliz, porque siento que hemos llegado hasta su ser y el 31 pasará por allí, verá el paquetito, desatará el envoltorio, se llenará del Amor Fraterno de los que la amamos tanto y dirá, como al pasar: ¡Qué bello! Mi huerto ha germinado semillas de amor del Cristo, son pequeñas, pero son semillas.
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