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Nos dice Juan Arias: ?Muchos ateos, en lo que no creen es en un Dios en el que yo tampoco creo?
Yo nunca creeré en:
El Dios incapaz de dar una respuesta a los problemas graves de un hombre sincero y honrado que dice llorando: ¡No puedo!
El Dios que ame el dolor.
El Dios mago.
El Dios que se hace temer.
El Dios que no se deja tutear.
El Dios que no necesita del hombre.
El Dios que juzga con sus reglas en la mano.
El Dios incapaz de sonreír ante los errores del hombre.
El Dios que juega a condenar.
El Dios que manda al infierno.
El Dios que no sabe esperar.
El Dios capaz de ser explicado por una filosofía.
El Dios que adoren los que son capaces de condenar a un hombre.
El Dios incapaz de perdonar lo que muchos hombres condenan.
El Dios que impida al hombre crecer, conquistar, transformarse, superarse, el Dios que exija al hombre, para creer, renunciar a ser hombre.
El Dios que solo pueden comprender los maduros, los sabios, los ubicados.
El Dios a quien no temen los ricos y a cuya puerta yace el hambre y la miseria.
El Dios que adoran los que van a misa y siguen robando y calumniando.
El Dios a quien agrade la beneficencia de quien no practica la justicia.
El Dios que condena la sexualidad.
El Dios que se conforma con que el hombre se ponga de rodillas aunque no trabaje.
El Dios a quien interesan las almas y no los hombres.
El Dios de los curas burgueses.
El Dios que ponga la ley por encima de la conciencia, el Dios que fundase una Iglesia estática, inmovilista, incapaz de perfeccionarse y de evolucionar.
El Dios de los curas que tienen respuestas prefabricadas para todo.
El Dios que negase al hombre la libertad de pecar.
El Dios a quien le falte perdón para algún pecado.
El Dios a quien sólo se le puede rezar de rodillas y quien sólo se le puede encontrar en una iglesia.
El Dios que aceptase y diese por bueno todo lo que los curas dicen de él.
El Dios que no permitiese al hombre la posibilidad de poder condenarse.
El Dios que no saliera al encuentro de quien le ha abandonado.
El Dios que no pueda descubrirse en los ojos de un niño o de una mujer bonita o de una madre que llora.
El Dios en el que yo no pueda esperar contra toda esperanza.
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