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Foros de discusión » RELATOS-POEMAS » Las Fantasías de un Anciano
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Las Fantasías de un Anciano
MensajePublicado: Mon Sep 06, 2010 5:14 pm Responder citando
manos
Moderador
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Registrado: Jan 15, 2005
Mensajes: 121
Ubicación: Girona - España




Las Fantasías de un anciano


- Recobraba aquel viejo, reflejos e imágenes de un pasado intemporal que sentía lejano entre sombras?

- Estas sensaciones que ahora le sorprendían, e incluso le hacían estremecer en determinados momentos; a veces eran imágenes nítidas y puntuales otras en cambio, difusas y sin concreción, pero todas ellas vivaces en sensaciones; no comprendía cómo lo que ahora sentía, había permanecido escondido durante tanto tiempo en su cerebro, ocultándose de las sucesivas realidades a lo largo de su dilatada vida, burlando a diario su sagaz inteligencia de la que siempre se sintió tan orgulloso.

- Por otro lado, algo íntimo le decía que aquello siempre había estado en él y creía recordar, que en alguna ocasión lo había percibido muy sutilmente?, como discreto esbozo anunciador de lo que ahora se dejaba sentir en su pecho de forma mucho más contundente y que como una oleada tibia recorría todo su cuerpo para proporcionarle sensación de plenitud, serena calma y hasta un gozo confortador. Pareciera la risa de un niño totalmente desconocido, que pasando en alocada carrera junto a él, se marchaba sin detenerse dejando tras de sí, la alegría de su risa y el torbellino del aire en movimiento convertido en brisa perfumada,

- ¡Sí...! ¡Esto me es conocido!

- Repetía incansablemente en cerrado soliloquio el anciano, pretendiendo hilvanar sus recuerdos con la realidad presente y a lo sumo que alcanzaba su esfuerzo era, concluir con la vaga sensación de haber notado de forma muy suave? casi imperceptible, lo que ahora se le mostraba con más plenitud en su sentir.

- Podría decirse que lo que pudiera recordar de aquella sensación en su pasado era, como una brisa casi indetectable; y que eso mismo se mostraba ahora como un viento que causaba en él?, -oleadas de sentimientos acogedores a modo de prolongadas vibraciones, que acababan por llevar lágrimas a sus ojos haciéndole borrosa la visión, al tiempo que una sensación suave de tibieza inundaba su garganta y su pecho, con cada bocanada de aire que respiraba.

- ¿Qué sensación era aquella??

- A lo largo de su dilatada vida había vivido situaciones de muy variada naturaleza que en ocasiones, le habían proporcionado disfrute intenso y en otras? aterradoras inquietudes y todas ellas siempre, habían sido como consecuencia de la búsqueda de una vivencia nueva, o del intento de una nueva conquista que le hiciera dueño de una nueva posesión o de un gratificante descubrimiento; en eso se había cifrado la búsqueda de su felicidad tratando de emular a aquellos a los que admiró desde su más tierna infancia, cuando observaba deslumbrado a quienes con ostentación se hacían ver por plazas de mercado y domingos de misa, seguidos de sirvientes y aduladores.
Sin embargo ahora que comprendía que por su edad avanzada y circunstancias físicas, sus acciones se limitaban más y más por los achaques propios de los años y el corto plazo de tiempo que pudiera restarle de vida, había decidido hacer sólo planes sencillos que pudieran desarrollarse en cortos plazos de futuro, aceptando lo inevitable de su ancianidad y no poder ya, recuperar todo aquello que un día conquistara y actualmente en manos de unos hijos que tras obtener sus despojos dinerarios con malas artes, se habían apartado de él dejándole desprovisto del fruto de tanto esfuerzo y lucha.
En su actual situación era serena consolación para su corazón, el haber obedecido el impulso interno que en los últimos años de su vida de actividad le había llevado a compensar a los sirvientes que habían permanecido fieles, a los acreedores que supieron ser pacientes y en general, a todos aquellos con quienes mantenía débitos morales o agradecimientos; así como a la reparación de los perjuicios y daños que consciente o inconscientemente pudo haber realizado a lo largo de su existencia; y para aquellos que ya no ofrecían esa posibilidad, aceptó humildemente su culpa y buscando la serenidad de su mente y el consuelo de su corazón, ayudó de diversas formas a quienes cerca de él, necesitaron de su consuelo o de su fortuna.

- Cuando en paz con el mundo, decidió que era el momento de transmitir su patrimonio a manos de sus hijos, éstos actuaron de modo injusto acusándole de enajenado para expropiarle incluso aquellos bienes, que él había decidido reservar para garantía de su vejez y para el pago a sus servidores de unas cantidades, que a modo de recompensa les permitieran algún acomodo; pero anticipándose al reparto que él pudiera hacer, sus hijos se disputaron los despojos excepto una pequeña parte que un juez misericordioso consideró que debía ser su exiguo patrimonio vitalicio con lo que una vez repartido y a la postre, logró compensar en parte la lealtad de aquellos que más que sirvientes, fueron amigos fieles.

- Ahora que ese pasado de triunfos había quedado atrás y se veía en situación de abandono y austera soledad; tras haber vencido el dolor que sus propios vástagos le habían infligido y aceptada sin reparos su realidad, creía que sólo le restaba acomodarse en mirar atrás y ocupar su mente en recordar las imágenes del pasado a la espera de su propia disolución. Y era ahora, cuando estaba descubriendo aquellas sensaciones cálidas e indescriptibles que nunca antes había vivido de forma tan clara, y que tanta tranquilidad y dicha le proporcionaban; dejándose invadir por ellas como el niño se deja invadir por el ensueño de su propia fantasía y a cuyo cobijo, se vivificaba su Alma cansada de desengaños y dolores.

- En verdad que por momentos, dudaba de su propia realidad y su pensamiento una y otra vez planteaba la misma pregunta:
- ¿Llevarán razón mis hijos y estaré poseído por la locura??

- Las imágenes vívidas de quienes le amaron venían en cortejo a visitarlo y todos ellos tenían apariencias hermosas, sonrientes y apacibles y su mente dudaba en dejarse llevar de las etéreas formas que su pensamiento creaba; pero la calidez que sentía su corazón, aquellas sensaciones inexplicables con cada una de aquellas visitas amables era tal?, que acababa por despreciar la razón y se sumergía en un abrazo tierno en el que se abandonaba y del que no quería volver.

- ¡Cuán dichoso se sentía!

- Cuando las amables formas se diluían en el aire, la soledad tomaba de nuevo posesión de aquella parcela temporal de la mente del anciano, que no podía ser conquistada por sus visiones etéreas y aquellas cálidas sensaciones; y ubicado en la atalaya de su raciocinio se decía:
- ¡Son solo imaginaciones mías?.!

- Y distraía su pensamiento con minucias vanas, mientras ocultamente y de forma inconfesable, atisbaba cada pequeña sensación que sentía a la espera de un nuevo encuentro furtivamente deseado.

- En su interior, nada importaban ya la verdad o la fantasía, pues el cambio que sentía era cada vez más evidente; por momentos su razón y su memoria se iba alejando del ?saberse despojado de casi todo? por aquellos a los que había cobijado en su corazón y defendido de todas las adversidades y se transformaba en dolor, por el daño que la traición se hace a sí misma y a quienes se alían con ella.

- No sentía la necesidad de recuperar los bienes arrebatados ni del resarcimiento por el ultraje recibido, sino la necesidad de que aquellos que siendo su propia sangre y cometieron con él tan ingratas acciones, comprendieran aquellas sensaciones y sus arrobamientos, en el entendimiento de que ninguna otra conquista conocida por él a lo largo de su vida, le había proporcionado tal felicidad.

- Hoy, deseaba contarles sus recuerdos; ?que siendo aún muy joven? decidió andar camino y buscar la felicidad imitando a los poderosos en la consecución de propiedades, en abarcar competencias y en la adquisición de nuevos poderes económicos; para lo que hubo de abandonar a unos padres que le despidieron con lágrimas y le proporcionaron para el camino, todo cuanto pudieron darle; amigos que le habían prometido lealtad para toda la vida; una aldea en la que se atesoraban todos sus recuerdos de infancia y hasta una joven hermosa y tímida que en silencio, solía mirarle con un interrogante en los ojos y una tierna esperanza en su corazón.
¡Y eran estos mismos seres! los que ahora venían y se hacían presentes en el sentir de lo que no sabía muy bien como interpretar, imaginación, realidad o locura, aunque? ¿que importancia podía tener a estas alturas? ¡Porque todos habían fallecido!

- Así pasaba sus días sumergido en sus pensamientos y confortadoras sensaciones y en la medida en que éstos pasaban, iban decayendo las fuerzas argumentales de su raciocinio y tomaban más y más fuerza su necesidad de refugio, en aquellas ondas emotivas que la remembranza de su alma ansiaba con más y más fuerza y así; una tarde serena que se encontraba sentado sobre una piedra a la orilla del río donde solía ir a pasear, sus sentidos le apercibieron de la proximidad de una más de aquellas ensoñaciones maravillosas que se habían convertido en la fortaleza y consuelo para aquella etapa de su vida. El anciano se tumbó relajado sobre la piedra mirando al cielo, para que nada perturbara su extático encuentro al que ya solía entregarse sin reserva alguna, y entornando los ojos hasta crear penumbra en su retina, detraía la facultad de ver de sus ojos, para percibir con la totalidad de su ser a aquellas etéreas formas que se hacían sentir a través de cada uno de sus poros sumiéndolo en un tibio y acogedor éxtasis místico de indescriptible amor y una vez más ?como centenares de veces anteriores? el anciano preguntó:

¿Podré contarles algún día a mis hijos sobre vuestra presencia??

¿Podré hablarles para que puedan rectificar sus acciones y sientan vuestro consuelo??

¿Podré alguna vez ser un buen padre, que enseñe a sus hijos que los verdaderos valores y la felicidad se ocultan en el desprendimiento de las cosas??


- La serenidad del anciano se vio alegremente sobresaltada en esos momentos al sentirse tomado de la mano y abrió los ojos comprobando con tremenda alegría, que junto a él podía ver con maravillosa nitidez a sus padres, a sus amigos del pasado, e incluso a aquella joven hermosa.
¡Todos le sonreían?!

- Con maravillosa ternura, la joven se le acercó y le dijo: ?Nada material proporciona la felicidad ¡más que por un breve momento!
Mi renuncia a la vida contigo me trajo hoy a ti.
Del mismo modo que la aceptación de tu dolor te proporcionó el consuelo de nuestra compañía; tus hijos sabrán encontrar esta misma verdad a través del producto de sus estragos?.

- El anciano aceptó agradecido las palabras de la joven y con un signo de agradecimiento dio por concluido el encuentro, sumido en profundo recogimiento; pero la joven le instó:

- "¡Dame tu mano y ven?!"

- Y el anciano la tomó y se puso en pié, pudiendo comprobar que sobre aquella piedra de la ribera quedaba un cuerpo exhausto, que con una mano tocaba el torrente de agua que corría por su cauce a la búsqueda de las inmensidades del mar, asemejado a su propia existencia que discurría entre aquellos seres, hacia un futuro pletórico de maravillosa eternidad.


Rafael
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