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biografía de la autora

 


REMEMORANDO A PEDRO - EL APÓSTOL DEL CRISTO
"Piedra Fundamental de Su Divina Idea de Amor Universal"


Y fue Pedro, aquel día en el Santuario del Tabor al que llegaba en visita de sus padres, porteros del Santuario, que se encontró por primera vez con el Mesías-niño…

"Pedro se sintió tan fuertemente atraído hacia él, que al verle pasar y aún sin saber quién era, le llamó".

Un Jovial y dulce diálogo se estableció entre ambos y Pedro ya había sentado espontáneamente sobre sus rodillas, al Mesías-niño.

Se sentía extasiado mirándole a los ojos y acariciando distraídamente sus bucles, exclamó:

-"¡Si no supiera que Jehová es Uno y vive en los cielos, diría que eres tú un Jehová niño que trae en los ojos toda la claridad de los cielos!"

-"¿Quién no se enamora de ti, rayito de sol?"…

-"Bebe tú, querido mío, que yo estoy bebiendo de ti algo mejor que leche y que miel…"

Y dentro del mundo interno del dulce Pedro, iban despertándose ideas como venidas de muy lejos…

¡Qué glorioso fue aquel día para ti, Pedro!

¡ Tu corazón "habló alto" y tu alma "oyó hondo" !

¡Tan fiel al sentir de tu corazón fuiste aquel día, que saliste del Santuario del Tabor después de haber estado junto a los Ancianos, llevando contigo el tercero velo blanco, símbolo de haber sido promovido al tercer grado, de los siete que debía ir escalando, por esfuerzo propio, todo buen Esenio!

Y fue Pedro, en la primera juventud de los dieciocho años del que sería por siempre su Maestro, el que le hospedaba en su sencilla casa a las orillas del mar de Galilea, cada vez que Él llegaba a Nazareth a visitar a sus amigos.

Pedro, hombre sencillo y bueno, se sentía hondamente conmovido, toda vez que Jhasua le miraba irradiando sobre él grandes ternuras. Y Pedro le decía:

-"Eres en verdad, un Profeta Jhasua. Apenas estoy cerca de ti me invaden grandes deseos de abandonarlo todo para seguirte al Santuario"

¡Todo parecíale poco para colmarle de todas las comodidades, sencillas pero llenas de las ternuras de su noble corazón, que tan prendido se sentía al corazón de Jhasua!

Y fue Pedro, que después de largos años y habiendo sido Jhasua consagrado Maestro de Divina Sabiduría, le volvía a ver frente a él, y su corazón sin dobleces, se le salía del pecho al llamarle MAESTRO…

Aquel día Pedro, en la amada Galilea, entristecido por la soledad de los suyos que ya no estaban en la tierra, escuchó el Santo llamado de Su Maestro que le decía…

-"¡Ya es la Hora!"

-"¿La hora de qué?"…

-"¡De seguirme a donde quiera que yo vaya!"

-"¿De veras me lo dices Jhasua? ¿de veras?"…

-"..¿Quién te impedirá seguirme?"

-"¡Oh, nadie Señor!... nadie! Me mando yo solo y yo mismo me entrego a tu servicio!"

-"¿Por qué me has llamado Señor? ¿No recuerdas ya al niño que tuviste un día en tus rodillas?"

-"Oh, qué santa memoria la tuya!... Te llamo Señor porque te veo demasiado grande a mi lado"

"...El abrazo que Pedro dio a Jhasua, debió conmover a los ángeles del Señor por su espontaneidad sincera y profunda.."


-"¡Que Dios te pague Maestro, le decía, la dicha que me das! Ahora mismo lo dejo todo y te sigo"

¡Así de hondo, así de puro, de sincero y espontáneo fue el corazón y el alma de Pedro, que se entregaba con todo su ser y absoluta voluntad, en seguimiento del Ideal del Divino Maestro que le había dicho:

-"¡Ya es la Hora!"

Y agregaba:

-"…Levantaos amigos míos que tenéis toda la humanidad terrestre y veinte siglos por delante para difundir hacia los cuatros puntos cardinales, mi Enseñanza de amor fraterno fundada en las últimas palabras de la Ley"…
 

"AMA A TU PRÓJIMO COMO TE AMAS A TI MISMO"


¡Y Pedro no se apartó ni un solo día de aquel Mandato Divino de Su Divino Maestro, en todo el tiempo que Él, incansablemente, pisó esta tierra ni aún después de haberle visto partir a Su Reino De Luz, aquella tarde de la despedida, a las orillas del Mar de Galilea!

¡Grande fue tu dolor de aquella hora Pedro, y cuan grande se había ensanchado tu corazón a la vista de todos aquellos seres que le habían amado y seguido a Él, que les esperaba en aquellas amadas orillas, para despedirse con un… ¡HASTA SIEMPRE!

Y fue Pedro, el Apóstol del Cristo, que agobiado por aquella honda angustia moral de haberle negado, se tiró entre el césped a llorar desesperadamente sumergido en las tempestades de su mundo interior. ¡Angustia moral que solo las almas nobles y justas pueden sentir! Y El Maestro, tú Maestro y Señor, se "acercó a ti sin ruido y te envolvió en una suave frescura". ¡Sí Pedro! ¡Era ÉL y le viste! ¡Era ÉL que sintiendo todas las borrascas de tu mundo interno, por lo que sentías como una espantosa negación, aquella noche de horror y de espanto, aún te prefería con Su delicada ternura.

-"¡Pedro!... ¿Me amas? Te preguntaba con su voz sin ruido la visión…

-"¡Oh, Señor!... ¡Tú sabes que yo te amo aún cargado con la infamia y la iniquidad!...

-"No es hora de llorar sino de realizar mis obras de amor"

¡Y fue Pedro, fiel seguidor, siempre, del mandato de su Maestro y Señor!

……………………………………………


Volvamos a leer éstos párrafos que nos permiten "sentir" a nuestro amado Pedro, en la Obra:

 

CUMBRES Y LLANURAS - LOS AMIGOS DE JHASUA
Capítulo: "EL APÓSTOL PEDRO"


…"Durante los años que el Apóstol Pedro vivió al lado de su adorable Maestro, su alma era como un vaso de agua cristalina que rara vez se agitaba y que nunca se ponía turbia. Un rayo de sol la traspasaba dándole el colorido vivo de su dorado resplandor. El alma sencilla y noble de Pedro descansaba en Él y para Él.

No conoció complicaciones, ni problemas, ni tormentas.

Una brisa primaveral impulsó con mansas olas su barquilla de blancas velas.

Pero cuando el Piloto insustituible desapareció de su vista, a Pedro le preció que el mundo se volvía al revés y hasta creyó presentir que todo el universo se desquiciaría y que un espantoso caos vendría como lógica consecuencia del crimen estupendo, único, sin que nada le igualase en maldad, en perversidad. Y fue entonces que terminó de golpe la infancia tranquila y dulce del alma de Pedro para pasar de un salto a la madurez, donde la incertidumbre, las vacilaciones, el recelo, la desconfianza, el temor, comenzaron a plantearle problemas y complicaciones, huracanes y tormentas que era necesario afrontar serenamente y vencer.

Y la voluntad unánime de sus hermanos lo habían puesto a él… ¡tan luego a él! ¡como en reemplazo y sustitución de aquel Piloto insustituible!...

Toda una luna larga y pesada le duró a Pedro el atolondramiento desde que le vio desaparecer para siempre en aquel ocaso inolvidable junto al Mar de Galilea.

Y no bien hubo vislumbrado su espíritu un resquicio de claridad en la tiniebla que se había hecho en su vida, un hálito de calor y de vida en aquel frío de sepulcro y de muerte que le rodeaba, su primera súplica al amado Señor que se había ido a su Reino dejándolo tan solo fue ésta:

-¡Señor!... ¡Maestro mío!... ¡Hazme capaz de amar a mis hermanos como Tú nos amaste a todos!... ¡Solo así podré ocupar sin espanto tu lugar en medio de ellos! ¿Señor!... ¡Hazlo conmigo así por piedad de todos los que has dejado como hijos sin padre, como ovejas sin pastor!...

-¡Que sea yo capaz de amarles con tu mismo amor, con tu mismo corazón!... ¡Si así no lo haces Señor, no podré ser tu piedra angular, tu cimiento, el fundamento de tu Obra, Señor, porque reconozco no ser más que un grano de arena en la inmensidad del desierto de esta vida!....

Y el dolorido Pedro se doblaba sobre las lozas de piedra del pavimento de su alcoba y lloraba hasta quedar desfallecido y sin fuerzas nada más que para clamar: ¡Señor… mi Señor!...

Pero una tarde… ¡oh, que tarde aquella!... El sol se hundía en el ocaso y la alcoba de Pedro en la casona de la orilla del mar de Galilea, se sumía lentamente en las penumbras del anochecer.

El apóstol repetía llorando su oración habitual. ¡Su alma no sabía decir otra! Su voz no acertaba a decir nada más, ni había en su corazón otro clamor sino éste, desde que tuvo la certeza de no tener al Maestro a su lado y de que sus hermanos lo habían designado en solemne asamblea para ocupar su lugar.

¡Su clamor fue interrumpido de pronto por una invisible presencia que llenaba su alma de paz y de vida!

Y al levantar del pavimento su faz inundada de llanto vio al Maestro ante él que le tendía las manos y le abría los brazos en un supremo anhelo de estrecharlo a su corazón…

¡Y Pedro fue hacia Él y dejó caer su cabeza blanca entre aquellos brazos que lo llamaban, sobre aquel pecho sereno, santuario de la divinidad!

Y allí Él le dejó de llorar hasta que su llanto se agotó, se esfumó en esa divina y santa alegría que han llamado éxtasis, ¡ventura suprema, pasión completa de Dios en un instante de inefable comunión con Él!

Y la esplendorosa visión sólo le dijo estas palabras:

"En verdad te digo que amarás a tus hermanos tanto, que querrás morir como Yo para darles la vida eterna de dicha y de amor ".

…"Y como poseído de una fuerza nueva comenzó a visitar todos los hogares donde había discípulos del Señor, y volviendo luego al Palacio Henadad, trató de inducir a los que aún quedaban de los más íntimos que no habían determinado con precisión el país o donde debían dirigirse, que lo hicieran cuanto antes."

…"Nadie conoció como Pedro toda la tremenda tragedia que ha quedado perdida en el silencio y en la sombra que envolvió como en un manto de tiniebla impenetrable a la mayoría de los discípulos íntimos del Cristo"

…"Y fue Pedro el confidente de todas las angustias y zozobras, vacilaciones y dudas que se agitaron como alas fatídicas de terror y espanto sobre la grey del Maestro."

"¿No le había pedido a él que lo hiciera capaz de amar a todos sus hermanos como Él les había amado? ¿No se lo suplicaba llorando en todas sus plegarias de aquellos primeros años?"

"Y tan completamente se lo concedió Él, que Pedro no tuvo sosiego ni descanso de día o de noche cuidando la vida de todos los que su Maestro le había confiado"

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…"Y cuando en diez años largos consiguió el Apóstol Pedro poner a salvo a todas las
golondrinas del Señor, según él decía, creyó llegada la hora de pensar en sí mismo, pero antes tenía otro sagrado deber que cumplir : visitar antes de partir a la madre augusta de su Maestro y Señor."

Allí en Nazareth, permaneció con ella durante dos semanas.

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¡Amado Pedro, te entregaste por entero, con voluntad absoluta y firme, a la siembra del Ideal de Amor Fraterno del Divino Maestro!

¡Que seamos capaces, todos, como lo fuiste tú Pedro, Apóstol del Cristo, de amar a nuestros hermanos como Él nos ama, siempre!

Les dejo un amoroso abrazo fraternal, junto a estas palabras del Divino Maestro que en aquella hora lejana, dijera a Pedro, y que nos sirvan en esta hora de aliento y reconforten nuestros corazones, en el silencio de la meditación e introspección.

"En verdad te digo que amarás a tus hermanos tanto, que querrás morir como Yo para darles la vida eterna de dicha y de amor ".