PERSONAJES Y DIÁLOGOS
La autora, Doña Josefa Rosalía Luque Álvarez, nació en Villa de Rosario, provincia de Córdoba (Argentina), el 18 de marzo de 1.893 y desencarnó el 1 de Agosto de 1.965.
Extendía la aurora sus velos de púrpura y oro sobre el Mediterráneo y las faldas florecidas del Carmelo, cuando Myriam, Jhosuelín y Jhasua se embarcaban en el pequeño velero que dirigían hábilmente cuatro Esenios vestidos con las obscuras túnicas de los Terapeutas peregrinos.
-¿Cómo? -inquirió enseguida el niño-. Yo me vestí de túnica blanca para estar igual que vosotros, y os habéis puesto oscuros como tordos.
-Nosotros usamos el blanco sólo para el Santuario -le contestaron los Esenios, riendo de la espontaneidad de Jhasua-. ¿No sabes que hay mucho lodo en el mundo y la blancura se mancha?
-Sospecho que no es por eso -dijo el niño meditativo.
-¿Por qué es, pues?
-Porque el blanco os delata como Esenios y acaso teméis algo, que yo no alcanzo a comprender.
-¡Niño!... -exclamó la madre- ¿Qué tienes tú que pedir explicaciones? Eso no está bien.
-¡Madre!... Los Esenios son mis maestros y yo debo saber el porqué de sus actos para obrar yo de la misma manera. ¿No es esto justo?
-Sí, hijo mío -díjole el Esenio encargado del viaje, cuyo nombre era Abinadab-. Cuando la humanidad sea más consciente, no será necesario ocultarle ciertas cosas de las cuales no haría el uso debido. La humanidad cree que los Esenios queremos coartarles sus libertades y derechos, y años atrás nos ha perseguido como a seres dañinos a la sociedad. Ella se siente cómoda creyendo que no existimos. ¿Por qué renovar sus alarmas haciéndonos presentes?.
-¡Ah! ¡Ya comprendo! Hacéis lo mismo que los guardianes de las abejas que se cubren de una redecilla encerada para que no los piquen. ¿No es eso?.
-Justamente.
El velero seguía bogando hacia el Norte sólo a una milla de la costa umbrosa, donde las casitas diseminadas entre las verdes colinas aparecían como blancas palomas suspendidas de las ramas.
Lleno de encantos y de bellezas, el viaje no ofreció circunstancias dignas de ser referidas, y cuando llegaron a Tiro, Myriam recordó con dolor aquel otro viaje precipitado de nueve años antes, para salvar la vida del niño amenazado por la cólera de Herodes.
Jhosuelín, que había hecho el viaje leyendo al Profeta Samuel, guardó su libro para ayudar a su madre adoptiva en el desembarco. Y el niño que estaba ansioso de hablar, le decía graciosamente; -Jhosuelín, tú quieres ser Esenio antes del tiempo y te bebes a los Profetas y te los comes, como las castañas y los higos. Y sin más, ni más, tomó el saquito de las frutas y pan, y luego de ofrecerles a todos, empezó a comer tranquilamente mientras duraba la operación del atraque y desembarco.
Como una bandada de garzas y de gaviotas, el puerto de Tiro aparecía cubierto de veleros, de lanchones y de barcos de gran tamaño.
Una banderilla blanca con una estrella azul apareció en la costa hacia el más apartado rincón del muelle.
-Allí está el que nos espera -dijo Abinadab, agitando a su vez una banderilla igual.
Atracaron en aquel sitio y pronto estuvieron al lado del hombre de la banderita que era hermano de Abinadab, que les condujo a su morada cercana al castillo aquel, destinado a los enfermos protegidos de los Terapeutas.
El hermano de Abinadab con su esposa e hijos, componían la familia Esenia de confianza que los solitarios tenían siempre en los lugares de su residencia, o donde desenvolvían sus actividades apostólicas en favor de la humanidad.
-Éste es el niño, que 9 años atrás fue conducido desde aquí al Santuario del Monte Hermón -dijo Abinadab como presentación de los viajeros.
-¡Bendición de Dios! -exclamó el buen hombre juntando sus manos sobre el pecho-. ¡Qué grandecito y hermoso está!.
-¿Quién eres, buen hombre, que tanto demuestras tu cariño a nosotros? -interrogó Myriam.
-El guía que os condujo en aquella oportunidad hasta la gruta de los ecos perdidos, para tornar aquí con los asnos -contestó aquel hombre.
-¡En nueve años envejecisteis mucho!. Padecimientos grandes, sin duda.
-Fui sometido a prisión y a torturas, pues alguna noticia se tuvo de mi complicidad, pero ante mis negativas rotundas, acabaron por pensar que habían sido engañados por un tal mago que tenía espías en todos los caminos.
-De resultas de las torturas me vino un grave mal que me tuvo postrado, y casi creí que me quedaba inutilizado, pues mi columna vertebral amenazaba no sostenerme más en pie. Pero ya lo veis, los hermanos Terapeutas encontraron el modo de hacerme andar nuevamente.
-En todas partes quedamos deudores de gratitud -dijo Myriam apenada de lo que había oído.
-Venid y comeréis algo -dijo la mujer- que hasta más entrada la noche no llegarán los seis viajeros que esperáis.
-Y ellos -dijo Abinadab- pasarán de inmediato al velero para que zarpemos enseguida.
Grande fue la alegría de Jhasua, cuando los Ancianos llegaron y dándose a conocer por sus nombres le abrazaban tiernamente.
Y el niño recordando decía:
-Tú, hermano Benjamín, eras el refectolero y me asabas las más lindas castañas.
"Y tú, hermano David, me llevabas a recoger huevos de codornices... ¡oh, lo recuerdo bien!.
"Y ¿qué fue de mis corderitos, hermano Azael?
-Que ahora ya llegaron a ovejas y son madres de otros corderillos -le contestaba afablemente el Esenio.
Y así fue hablando con uno y con otro recordando escenas del Monte Hermón, de donde salió cuando tenía siete años.
Una hora después se hacían a la vela rumbo al sur hacia las vegas del Monte Carmelo, donde los Ancianos debían permanecer dos semanas para llevar noticias detalladas a los Setenta, de las condiciones en que se encontraban los Esenios de la parte norte del país de Israel.
Acudirían los Terapeutas dispersos en el país en cumplimiento de sus respectivas misiones, los del Tabor y uno o dos miembros de cada familia Esenia de la comarca, que según el grado que tuviesen participarían de unas u otras de las congregaciones a realizarse en la gran Asamblea espiritual.
La noticia de llamada corría de boca en boca, y cada asistente buscaría un pretexto adecuado, que casi siempre era la compra o venta de lana, cera o miel de las faldas del Carmelo, que tan abundante era en productos vegetales y animales.
-Mi Jhasua está desconocido -decía dulcemente Myriam observando a su hijo, que con una alegría desbordante refería a los ancianos sus correrías por el Carmelo, los mimos de las abuelas, las travesurillas de Matheo y Myrina, etc.
-¡Niño de Dios! Contigo daríamos diez veces la vuelta al mundo sin sentir fatiga.
-¡Oh, no! -exclamó él-. Este velero es muy pequeño y en la bodega sólo cabe un saco de castañas, pan muy poco y un sólo cántaro de miel.
-¡Oh rapazuelo goloso! -dijo su madre riendo como todos de la advertencia del niño-. ¿Quién te da derechos para observar las bodegas ajenas?
-¡Madre, no hice nada malo! ¿No dicen los Esenios que para ellos no existe lo tuyo y lo mío, sino que lo que es de uno es de todos?. Entonces, la bodega de este velero esenio, es mía y tuya y de Jhosuelín; y yo no hice más que mirar lo mío.
Y se quedó quieto mirando a todos con sus grandes ojos claros que interrogaban elocuentemente.
En vista de lo cual uno de los Esenios le contestó:
-Sí hijito... la bodega de este velero y aún todo él, es tuyo y de tu madre y de tu hermano, que tal es la ley de los Esenios.
Por fin, el sueño le rindió, pues era bien entrada la noche y fue conducido al único compartimento que la pequeña embarcación tenía, donde juntamente con su madre pasó la noche. Al amanecer, el barquillo echaba anclas en la profunda ensenada del Carmelo y unos momentos después Myriam y Jhasua descansaban en su alcoba de la cabaña de las abuelas, y los ancianos y Jhosuelín seguían el senderillo de la montaña hacia el Santuario oculto como un nido de águilas entre el espeso ramaje.
Dos días después empezaron a llegar de distintos puntos de la comarca los compradores de pieles de cabra, de lana, de miel, cera y frutas secas.
Y las innumerables cavernas del Monte Carmelo se poblaron como por encanto, dando por las noches el pintoresco espectáculo de lucecitas doradas que llameaban alegremente a la puerta de las grutas, como si fueran vibraciones febriles y ansiosas de las almas anhelantes de infinito...
Y los Terapeutas que durante muchos meses habían hecho la recolección de los productos de la fértil montaña, corrían afanosos dejando en cada gruta lo que cada cual necesitaba para completar su cargamento.
-Tranquilizadas las almas respecto de la provisión equitativa y necesaria a la materia, podremos llegar más fácilmente a obtener el sustento espiritual que deseamos -decían los solitarios a los esenios seglares que iban llegando. Y por la noche hacían una ronda por todas las grutas leyendo los más hermosos pasajes de los antiguos Profetas, cantando los Trenos de Jeremías, o los Salmos de David. Las flautas de los pastores y los laúdes de los solitarios formaban un suave fondo musical a aquellos recitados hondos... profundos, llenos de emotividad y religiosa unción...
Esto sólo duraba tres días, que mientras en las horas de luz solar se hacía la distribución de las provisiones, en las noches se preparaban las almas para las Asambleas Mayores, para el ascenso de grados a los que habían cumplido los años reglamentarios.
Los compradores pagaban sus compras con telas de lana y de lino hiladas y tejidas por ellos mismos, con calzas y sandalias de cuero, con blanca harina o dorado aceite, que los solitarios necesitaban a su vez para su manutención.
Y cuando la faena de orden material se había terminado dejando a todos satisfechos y tranquilos, se daba comienzo en el día víspera, a las ofrendas florales para la cual, antes de la salida del sol, se lanzaban todos a las faldas de las montañas que desvestían de sus ropajes de múltiples colores, para tejer guirnaldas y gallardetes con que adornaban los patios y plazoletas adyacentes al Santuario.
-Las flores son criaturas de Dios, que están prontas a ayudar al hombre en su tarea de elevarse a lo infinito -decían las leyendas que aparecían en tablillas prendidas de los árboles en las puertas de las grutas. Esto hacía vibrar en las almas ese suave sentimiento, mezcla de delicada sensación hacia esos pequeños seres de la creación, que son la parte más bella del reino vegetal: las flores.
Y en este ambiente surgían como por encanto las dulces canciones, los elevados pensamientos a tono con la belleza de las flores, delicadas criaturas de Dios.
"¡Lirios blancos! oh tan blancos Como la nieve invernal................................
Y por tal estilo brotaban como del fondo de las almas, estos delicados pensamientos suscitados por la belleza ideal de las flores, que en aquellos momentos de emotividad y hondo sentir, parecían tener también alma capaz de responder al amor con que se tejían las guirnaldas, las palmas, los grandes ramos, para depositar en pasillos y corredores, en túneles y plazoletas.
Era el principio de la grandiosa fiesta espiritual.
Diríase que el amor y la pureza de las flores ennoblecía y purificaba las almas, que casi inconscientemente iban sumergiéndose en esa dulce quietud preparatoria para los grandes vuelos del espíritu.
Y el mismo Jhasua sensitivo más que ninguno decía a sus compañeros de juegos:
-No tengo más ganas de jugar sino de pensar. Paréceme que flotaran por los aires misteriosas leyendas que debo escuchar.
Y algunos de sus compañeros, decían como temerosos:
-Si quieres, Jhasua, oremos para que Jehová perdone nuestros pecados.
-¿Tenéis miedo de Jehová? -preguntaba entonces el niño-Luz.
-Cuando hay truenos y relámpagos, sí y mucho.
-¿Por qué tontuelo?. Los Maestros del Santuario me han enseñado que los truenos y rayos y relámpagos, son manifestaciones de las fuerza eléctricas y magnéticas que hay en la Naturaleza, y que los hombres del porvenir dominarán y utilizarán un día, como los de otras edades lejanas los utilizaron también.
-Jehová es nuestro Padre y no piensa, sino en hacernos bien.
-Yo temo a los chicuelos malvados que arrojan piedras, y a las fieras que pueden devorarnos, pero a Jehová... ¡oh no! porque Ël es la Bondad y el Amor.