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biografía de la autora

 

 

ARPAS ETERNAS
PARTE DEL CAPÍTULO:
EN EL MONTE QUARANTANA

 

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La entrada de Yhasua en el Monte Quarantana fue más emotiva, si se quiere, de lo que fue en los otros Santuarios esenios. Un esenio con un niño de trece años salió a recibirles.

Este niño era Yohanán, el que más tarde sería llamado el Bautista, el Profeta del Jordán.

A Yhasua le acompañaban los terapeutas, José de Arimathea y Nicodemus.

Los dos niños se quedaron mirándose por un breve instante...

Luego se oyó esta doble exclamación, al final de la cual, la hermosa cabeza rubia de Yhasua con la negra retinta de Yohanán, se confundían en el estrecho abrazo de los dos escogidos del Señor:

— ¡Yhasua!...

— ¡Yohanán!...

—Los Ancianos os esperan en el estrado –dijo el esenio que les había recibido.

Pero los dos niños no se movieron.

Cuando aquellas dos hermosas cabezas se separaron, todos vieron que había gotas de llanto que pugnaban por desbordarse y correr...

Yohanán fue el primero en hablar:

—Yo te había visto en sueños esta noche llegando a mí, tal como lo has hecho.

—Mi madre me había dicho al salir para aquí: “En las montañas de Judea tienes un primo, niño como tú, cuya madre antes de morir tuvo revelación de que sería un gran siervo de Dios”.

“Y no bien te vi, ya supe que tú eres ese niño.

Los terapeutas y el esenio portero sabían que Yohanán era la reencarnación de Elías y como es natural lo pensaron en aquel instante.

José de Arimathea y Nicodemus captaron la onda telepáticamente y dijeron casi al mismo tiempo:

— ¿No estaremos en la presencia de Elías Profeta que prepara los caminos al Mesías-Salvador?

—La Divina Sabiduría descorre los velos de sus eternos misterios a las almas de buena voluntad –dijo el esenio, tomando una de las antorchas que irradiaban amarillenta luz en el corredor de entrada–.

“Vamos –añadió, echando a andar seguido de los dos niños, de los dos jóvenes Doctores y los terapeutas que cerraban la marcha.

Yohanán había tomado de la mano a Yhasua y acercándose al esenio le preguntó:

— ¿Me dejáis pasar guiando a mi compañero?

— ¡Pasad, pasad, parvulitos!, ¿cómo hemos de pretender que vosotros dos marchéis a nuestro paso?

Comprendiendo todos el segundo significado de tales palabras, dijo Nicodemus:

—Bendigamos al Altísimo si es que podemos seguirlos de lejos.

— ¡Pensar que esta humanidad camina en las tinieblas, teniendo estos dos grandes luminares!, –exclamó José de Arimathea.

—Porque el orgullo y la ambición ciega a los poderosos, que dicen guiarla a la felicidad –respondió el esenio.

—Es la Reina Ciega de nuestras esculturas de roca –añadió uno de los terapeutas.

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