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Foros de discusión » ESPIRITUALIDAD » Y? ¿quién es mi prójimo?
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Y? ¿quién es mi prójimo?
MensajePublicado: Wed Feb 16, 2005 5:26 pm Responder citando
izaza
Miembro
Miembro
Registrado: Sep 11, 2004
Mensajes: 61
Ubicación: México




Para Jesús el reino de Dios se basa en la solidaridad universal de la raza humana: "Os han enseñado, que se mandó: ?amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo?. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos"



En los tiempos de Jesús y también en los actuales no podía haber nada más revolucionario y radical. En el antiguo testamento, aunque no haya ningún texto en el que se ordene el odio a los enemigos, el amar al prójimo como a sí mismo constituye la experiencia de la solidaridad con sólo a un grupo. Sólo el pariente o el ser cercano es el que ha de ser tratado como otro ?yo?. La fraternidad para con unos implicaba la enemistad con otros.



Jesús amplía el concepto de prójimo hasta el punto de abarcar a los enemigos. No podía haber encontrado un medio más claro para hacer ver a sus oyentes que lo que él deseaba era que esta solidaridad de amor incluyera a todos los seres humanos.



Sus palabras son paradójicas. La contradicción natural existe entre las palabras "prójimo" y "enemigo", contradicción que ha de ser olvidada y superada de tal forma que los enemigos se conviertan en prójimos y no en extraños. Jesús no deja lugar a dudas:



"Haced el bien a los que os odian, bendecid a los que os maldicen, rezad por los que os injurian". (Lc 6, 27-2

"Si queréis a los que os quieren, ¡vaya generosidad! También los descreídos quieren a quien los quiere". (Lc 6, 32)



La solidaridad de grupo (querer a quienes le quieren a uno) no es ninguna virtud. Es lo que suele ocurrir incluso entre los ladrones. A lo que Jesús apela es a una experiencia de solidaridad con la humanidad, una experiencia no excluyente, una experiencia que no depende de la reciprocidad porque incluye aun a quienes te odian, te persiguen o te tratan mal.



Lo cual no se identifica incluso con las ideas de muchos cristianos para quienes la fraternidad cristiana es el amor recíproco de los que comparten la experiencia de vivir en reciprocidad con la humanidad, excluyendo a quienes no comparten esa reciprocidad. Jesús apelaba, ante todo, a una solidaridad amorosa que no excluya a nadie en absoluto.



Para Jesús, la solidaridad con la humanidad es la actitud fundamental que debe anteceder a cualquier otro tipo de amor o de solidaridad. A muchos ha causado confusión aquellas palabras de Jesús: "Si alguno viene a mí y no ?aborrece? a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y más aún, incluso a su vida, no puede ser discípulo mío" (Lc 14, 26).



Los comentaristas señalan que, debido al carácter limitado de las lenguas hebreo y arameo, la palabra ?aborrecer? se emplea para designar todas las actitudes contrarias al amor. De este modo, su significado podría ser desde el de odiar, hasta el de ser indiferente con respecto a una persona o manifestarse distante de ella.



Esto, significa en este contexto, que lo que Jesús nos dice es que no se conceda preferencia a la familia o a los parientes, sino que la solidaridad de grupo de la familia sea reemplazada por una más fundamental solidaridad con toda la humanidad, que ya incluiría a la familia por su sola condición de humanos.



Es decir, no hay que amarles porque pertenecen a la familia, sino porque también ellos son personas. Hay que amarles con un amor incluyente, lo cual, en definitiva, significará que se les ama más.



Jesús nos trae un cambio radical de valores. Esta nueva solidaridad universal invalida a todas las otras solidaridades, tanto de grupo, como individuales.



La solidaridad de Jesús con todos los humanos no era una actitud abstracta con respecto a la humanidad en general. Jesús no se complica con las palabras y conceptos. Jesús en los hechos, en su día a día, trataba a cada persona individual que se cruzaba en su camino o en sus pensamientos, de tal manera que nadie se viera excluido, sino que todo el mundo se viera amado por sí mismo y no por causa de su clase, raza, nacionalidad o cualquiera otra circunstancia.



Pero ¡cuidado!, si el amor se entiende como solidaridad, entonces el amor no es incompatible con la ira y la indignación. Todo lo contrario: si uno está auténticamente interesado por las personas como personas y es consciente de sus sufrimientos, habrá de sentirse necesariamente indignado contra cualquier hombre que cause sufrimiento a sí mismo y a los demás. Jesús se sentía muy enojado en ocasiones, contra quienes se arruinaban a sí mismos y a los demás, contra aquellos cuyo orgullo e hipocresía no les permitía prestar oídos a las advertencias del mismo Jesús en el sentido de que estaban encaminándose a su propia destrucción y arrastrando a todos consigo.



Jesús vivió en solidaridad con todos los seres humanos. Y precisamente por esto tomo partido por lo oprimidos, por los que no poseían nada a excepción de su condición humana, por quienes eran excluidos por los demás. El objetivo para él era un reino en el que todos los hombres pudieran vivir en solidaridad.



Para concluir, hay que señalar que el fundamento de esta solidaridad o amor es la compasión: esa emoción que surge en las entrañas a la vista de una persona en necesidad.



La respuesta a la pregunta ¿quién es mi prójimo?, es: todos y cada uno de los seres humanos, pero la emoción que te llevará a nunca más volver a preguntártelo y a romper cualquier barrera que se te interponga entre tú y tu prójimo, es únicamente la compasión, como la emoción que te enseñará en que consiste la solidaridad con el prójimo. De tales es el Reino de Dios.
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