Cuando busco a mi alrededor y nada encuentro. Cuando puedo ser escuchado pero no comprendido. Cuando busco amistad y encuentro soledad. Cuando azota la ingratitud, el látigo de la hipocresía, de los ciegos y sordos.
Cuando la sangre escapa por las heridas del corazón; cuando las lágrimas asoman por la tristeza de mis ojos... En ese instante miro a mi alrededor; en la Tierra nada encuentro.
Soledad. Frío desierto de incomprensión. A lo sumo, pequeños destellos de luz que se apagan tan pronto como aparecieron.
Lo efímero y mutable me rodea.
Entonces miro con mis tristes y ahora suplicantes ojos. Miro hacia lo alto, y grito.
Y soy escuchado.
Y soy comprendido.
Y soy amado.
Y los ángeles corren a mi encuentro. Y la Santa Madre me envuelve en su regazo.
Y el Maestro me consuela y me guía, con su Eterno y Omnipresente Amor.
Y el Padre me sonríe y me cuida, llevándome de la mano paso a paso.
¡Oh, ángeles! ¿cómo no sentirlos amigos, hermanos? ¿cómo? Si a cada paso de mi vida, oculta está vuestra mano tras cada acontecer.
A cada segundo vuestra voz habla y me responde. Ahuyentando infantiles dudas. Buscando ensamblar la sabiduría a mi corazón, sólo con Amor.
Señalándome el camino del Destino. Leyéndome el libro del tiempo con sus hojas escritas de futuro.
Cuidando de mí para que no cometa errores. Cuando acudo a vosotros, y cuando no.
Siempre. Todo el tiempo.
¡Oh, Madre! ¿cómo no sentirte Madre? ¿cómo? Si cada vez que el insomnio nace abonado por el dolor, allí apareces para procurar mi descanso. Y me hablas, y me acaricias, y me serenas. Y me besas en la frente con tus labios de Amor.
Y me llenas el corazón con tus manos de misericordia.
Y tomas mi mano, y me la llevas a la boca, para que me alimente cuando el apetito huye a gritos espantado por el sufrimiento del alma.
Y cuando necesitaba un simple abrazo, allí estabas, supliendo el lugar del alma que me abandonó a la soledad.
Y tus palabras susurrando paz a mi corazón.
Secando mis lágrimas a cada segundo.
Siempre. Todo el tiempo.
¡Oh, Maestro! ¿cómo no sentirte tal? ¿cómo? Jamás dejas que la duda se instale definitivamente en el jardín de mi corazón. Al acecho estás para llenarme de fuerzas y confianza. Brindando Amor en un eterno dar. Te lo pida o no.
Guiándome con al faro de tu Sabiduría. Cortando en seco mis desvaríos con tu brazo de Justicia.
Cuidando siempre de tu siervo.
Cuando grité y lloré, fue tu voz la única que respondió a mi llamado; al instante.
La única.
Eterno. Amigo, hermano, Amador, Maestro.
Siempre. Todo el tiempo.
¡Oh, Padre! ¿cómo no saberte mi Padre? ¿cómo? Tu mano está siempre detrás de cada ángel;... Maestro y Santa Madre siguen tus designios. Cada pliegue de mi vida por ti ha sido puesto, por ti es custodiado.
Y sin intermediarios, aquél día que te supe Padre, escuchaste mi voz, mi suplica desesperada, y calmaste mi dolor que sabías no resistiría.
Y más de una vez detuviste mi mano, y alejaste mortíferas tentaciones de mi débil ser. Tu débil hijo.
Y me salvaste la vida más de una vez. Más de una vez.
Nunca estuve solo; siempre has estado.
Ahí.
Siempre. Todo el tiempo.
Si, lo sé.
La Tierra no está estéril de amigos y hermanos.
Mas ¿quién los puso ahí, sino Tú?
Detrás de cada sonrisa está Tu mano.
Detrás de cada amigo.
Detrás de cada hermano.
Siempre Tú. Todo el tiempo.
He encontrado gracias a Ti, un alma un alma que sabe comprenderme y escucharme como lo necesito. Gracias a Ti, la he encontrado.
He encontrado a mis hermanos, y los seguiré encontrando, gracias y sólo a Ti. Porque gracias a Ti, los he encontrado, y seguiré encontrando.
Gracias a Ti, todo es.
Todo es, a Ti gracias. Excepto una cosa.
El dolor, a mí me lo debo. Yo lo enciendo y a mí me quema.
Y Tú vienes y lo sofocas. Como ángel, como Madre, Como Padre o Maestro, como amigo o hermano; como Amor, que es lo que eres.
Como solo Tú sabes.
Por mí sufro. Por Ti vuelvo a sonreír.
Todo lo bueno que me rodea, a Ti gracias me rodea.
Y todo cardo por mi a sido plantado.
Todo ajenjo por la humanidad fue cultivado.
Todo corazón herido, por la inconciencia fue lacerado.
Y cuando creo estar solitario. Cuando nadie comprende lo que siento, cuando nadie acepta el alcance de mi corazón o mi dolor, cuando conocen mi vida pero veo que no conocen nada... Tú allí apareces, rasgando la eternidad.
Pues, cuando en la Tierra no hay consuelo, en el Cielo se encuentra.